Las decisiones de Septiembre

Hay dos momentos en el año en el que casi todos decidimos empezar algo nuevo o dejar de hacer algo viejo. Como no todo el mundo puede decidir un martes cualquiera algo importante para hacerlo ya, esperamos a que el calendario nos ayude. Y esta ayuda la encontramos a la vuelta del verano y cada 1 de Enero.

Son dos buenos pretextos… y muy distintos. Veamos.

El 1 de Enero. Año Nuevo, vida nueva. Si te tomas todas las uvas –o lo que fuere- con las campanadas se cumplirá tu deseo. El mundo anglosajón nos trae la New Year´s Resolution. Todos son nuevos deseos: millones de mensajes de WhatsApp, de llamadas telefónicas, correos electrónicos, y algunos Christmas 1.0 de cartulina, boli, sobre y sello.

Septiembre, a la vuelta de las vacaciones de verano. Los kioscos están llenos del primer número de todo tipo de fascículos y coleccionables, y la publicidad nos acosa con invitaciones para adelgazar, aprender idiomas, apuntarse a una academia de oposiciones o a alimentarse mejor tras los excesos estivales.

 

Estos meses andamos todos los españoles esperando la decisión de los políticos para formar Gobierno. Aunque tampoco nos va del todo mal desgobernados, va siendo hora de que se dejen de juegos de egos –en particular el candidato socialista- y que negocien y pacten. Que tomen decisiones. Pero me estoy saliendo del tema del artículo.

Decía que ambas fechas son muy distintas. La de Enero es de puro calendario, de un día a otro, con la animación/presión social para alegrarse e introducir cambios en los hábitos. Es como si fuera obligatorio tomar decisiones.

Pero la vuelta de las vacaciones es otra cosa muy distinta. La presión no es externa sino interna. A nadie le obligan a modificar sus hábitos “porque toca”. No. La motivación es exclusivamente interna. La relativa tranquilidad de las vacaciones supone tiempo para pensar, para reflexionar sobre lo que hacemos y hacia dónde vamos. Con calma, sin fiestas alrededor ni presionados.

Es en la soledad de la playa, del campo o de la ciudad cuando uno mira su propia vida con perspectiva, la ve con ojo crítico, medita sobre ella y toma decisiones. Estas decisiones son propias, personales, ajenas a las campañas de marketing y la presión social.  El solo hecho de bajar el ritmo de actividad y ser más libres a la hora de disponer de nuestro tiempo y de nuestra mente, hace que veamos con calma situaciones y emociones que antes teníamos sepultados bajo el día a día.  Es cuando uno se pregunta aquello de qué quiero hacer con mi vida, hacia dónde voy, qué es lo que realmente me gustaría hacer, o cómo salir de una situación difícil o indeseable. El motor de todo el proceso de revisión y toma de decisiones es exclusivamente uno mismo.

Y por eso mismo creo que son esas las decisiones realmente profundas. Las propias. Las tuyas, libremente reflexionadas y tomadas.

Solamente queda ponerlas en marcha.

Imagen: iStock

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Alberto Losada Gamst Escrito por:

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