Si no te gusta, ¿qué propones?

propon-o-calla-IQué fácil es criticar, y de qué poco sirve si no se acompaña esa crítica de alternativas concretas y viables.

 

Todos hemos estado en situaciones parecidas. Hay una reunión en la que se están presentando propuestas, y una de ellas es el nuevo logotipo de la empresa. De un bonito color azul, combina con equilibrio las palabras y la imagen; por algo se ha gastado un presupuesto en un diseñador profesional. Todo va bien hasta que llega el que comenta: “mmm, no me termina de convencer el azul. Quizá más claro o más oscuro, o puede que otro tono…”

Hay un mundo entre criticar negativamente sin alternativas realistas y el hacerlo aportando ideas concretas aplicables en vez de lo criticado. Lo primero, la crítica sin más, es gratis: no cuesta pensar, ni buscar información, ni trabajar para estructurar la idea, ni pensar en las consecuencias y derivadas de su puesta en marcha. Sí que tiene un coste extra, que es el mal ambiente que crea esta crítica y la sensación negativa que aprecia el proponente inicial. Todo su trabajo queda despachado y aparcado con un simple “no me gusta”. Como si fuera una red social.

¿Qué ocurriría si en una empresa –o en cualquier otra organización- se obligara al crítico a aportar además una propuesta concreta? Pues que veríamos que baja drásticamente el número de críticas, y consecuentemente las propuestas se aprobarán más rápidamente. Lo que nos lleva a un peligro: que los planes que se pongan en marcha quizá no hayan sido suficientemente revisados, ya que para hacer observaciones ahora hay que pensar alternativas y abrir la boca en las reuniones supone tener ciertos deberes hechos. Así que, al tiempo, estamos haciendo una especie de selección de las personas más útiles y colaboradoras. Las que nada dicen nada aportan, así que sobran.

¿Y, en concreto, qué propongo yo? Pues lo que llevo años haciendo en mi vida personal y en mi empresa: no atender las críticas que no van acompañadas de sugerencias concretas y desarrolladas e inicialmente realistas. Sencillamente no acepto que me digan “pues hay que pensar otra cosa” o “algo estamos haciendo mal”, o incluso el repetido “pues no me termina de convencer” si no va seguido de algo más. Si no hay opción alternativa, la crítica no se escucha. Entiendo que es la única forma de no quedarnos paralizados ante las decisiones que hay que tomar por comentarios vacíos y fáciles. Quizá este recurso parezca a algunos algo radical, pero recomiendo vivamente probarlo. Preguntando con un tono razonable se suelen obtener respuestas razonables.

En el fondo, esta técnica lleva la acción de criticar a un plano funcional y útil en vez de destructivo y desmotivador. ¿Que el camino no es el que yo digo? Pues dime cuál es… o cállate. Pero no dejemos de conducir y avanzar en el trabajo y en la vida.

 

¿Estás de acuerdo? Me alegro. ¿No? Pues… ya sabes.

 

Imagen: Fotolia

 

 

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Alberto Losada Gamst Escrito por:

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