Un MasterChef de Política

Hace unos días paré a comer en un pueblo de Castilla La Mancha. Entré en un bar de los de toda la vida, con un menú diario rondando los 10 euros. Había mucha gente y el ambiente era acogedor.

Mientras esperaba que me atendieran pude oír un extraordinario comentario en la mesa de al lado. Les habían traído chuleta con guisantes y zanahorias, nada del otro mundo. Dijo uno de los caballeros a su acompañante: “huele bien pero la presentación está regular”. Fabuloso.

Hace unos años tal observación habría sido impensable en un ambiente no gastronómico; menos aún en un bar de los de siempre. Pero la proliferación de programas, concursos, publicaciones, películas y shows dedicados a la cocina nos está sensibilizando en materia culinaria. Algo estupendo porque la cocina es cultura, aprendemos a comer mejor y más sano, y desarrollamos habilidades que a todo el mundo viene bien: hacerse su propia comida.

Ahora los que venden frutas, verduras, carnes y demás materias primas tienen delante clientes más exigentes que, si económicamente pueden, buscan calidad en lo que compran. Han aprendido ese mantra de los cocineros: “lo fundamental es la calidad de los productos y respetarlos”.  La compra se hace de una forma mucho más informada y resulta más difícil engañar al cliente dándole gato por liebre o vaca por buey.

 

Imaginemos ahora que este espíritu MasterChef se traslada al campo de la política. Que los votantes se informan bien de las propuestas de los partidos. Que se pregunta mucho más a los candidatos por sus ideas y se les discute. Que se multiplican los debates entre ellos en los medios de comunicación prescindiendo de formatos encorsetados: a pecho descubierto y sin saber por dónde vendrá la próxima cuestión. Con ruedas de prensa a las que no va ningún periodista si no se aceptan preguntas. Teniendo que demostrar con hechos la validez de sus recetas y su saber hacer.

Porque ya basta de declaraciones de políticos que dan por supuesto un importante déficit de inteligencia y conocimiento de los electores. Hay demasiada impunidad para las afirmaciones imbéciles de políticos engreídos que se creen superiores al prójimo y propietarios de La Verdad. Deberíamos hacer algo a este respecto: si siguen hablándonos así es porque les dejamos hacerlo sin que les pase nada.

Llevamos en democracia desde 1978. Son ya casi 40 años. Con las elecciones del 26 de Junio de 2016 habremos tenido ya 14 elecciones generales, 10 municipales y luego además las autonómicas y las del Parlamento Europeo entre otras. Son muchas ocasiones de aprender, practicar y perfeccionar las responsabilidades democráticas. Algo que corresponde a los votantes además de a los partidos y candidatos.

Va siendo hora de ser mucho más exigentes con nuestros políticos. Pero que mucho más. Que sientan que tienen delante un electorado informado, interesado en entender lo que realmente proponen y dispuesto a reclamar y denunciar los incumplimientos para expulsar a los que no dan lo que se les exige. Porque hay que deshacerse de mucho mediocre y corrupto para mejorar la calidad de nuestra democracia.

De la misma forma que leemos con atención la carta del restaurante o del bar antes de entrar, y reclamamos si lo que nos sirven no es lo que pedimos, ¿cuándo empezaremos a hacer lo mismo con quienes quieren nuestro voto?

 

Imagen de fondo: GettyImages NBC

 

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Alberto Losada Gamst Escrito por:

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